Uno… Dos… Tres…
Contando los cuadritos de mi cuaderno para quitarte de mi mente, escucho la voz del profesor, ajena, pronunciando mi nombre para llamar mi atención. Estoy distraída, no me concentro. Estás aquí. Y no te vas, por nada del mundo, ni con tipex. Decido que te quiero, aunque eso ya estaba claro desde aquel veinte de noviembre. No, decido que es mejor olvidarte para dejar de contar la cuadrícula de los cuadernos, de pensar en ti, de comerme la cabeza a las tantas de la madrugada. Me doy cuenta de que va a ser imposible. Es demasiado tarde. Has impregnado casa milímetro de mi piel, de mi mente. Como la tinta de este bolígrafo al apuntar la aburrida primera conquista de los Reyes Católicos...Tantas fechas inútiles en este momento para mi. No me importan. Sólo quiero saber, ¿cuándo empezó a existir lo que siento? Creo que existió desde siempre. Y seguirá existiendo mientras tu pises la faz de la Tierra.

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