Cuando crees estar segura de que ya no puedes decir nada más de él, salen a flote miles de sentimientos. Miles de sentimientos por la mañana, miles de sentimientos por la tarde y otros tantos por la noche. Sentimientos que se hacen más fuertes cada día y te acorralan cada vez más. Sentimientos que te ponen la piel de gallina y te desvelan en las noches. Sentimientos que vienen y se van y vuelven a venir con más fuerza y más ímpetu. Sentimientos que hacen que te tragues tu orgullo y sigas sintiendo a pesar de tener miedo al rechazo. Sentimientos típicos con los que sueñan las adolescentes. Sentimientos que te hacen abandonar tu vida para empezar a vivir la suya. Sentimientos que te hacen dejar atrás tus miedos para temer por los suyos. Sentimientos que te hacen darle las gracias a Dios por haberle traído hasta ti. Y así, un sentimiento tras otro, van colmando las 24 horas del día hasta que quedas completamente sumida en su recuerdo.
Te gustaría estar a solas con él, que hables de cualquier tontería y él te calle con un beso. Pasar una tarde entera metidos en casa delante de la tele sin enteraros de lo que echan, estando pendientes solo del cruce de vuestras miradas. Decirle lo que nunca le dijiste al oído y esperar a que él reaccione con un abrazo y un beso y no te suelte jamás. Pasear por la playa cogidos de la mano, viendo el atardecer y al caer la noche dejar que vuestros cuerpos se fundan en uno sólo, tumbados en la arena. Ir al cine y que se os caigan las palomitas al suelo en un descuido entre beso y beso. Te gustaría eso y mucho más a su lado pero te tienes que adecuar a la puta realidad, joderte y apechugar con lo que hay, que de momento es la soledad.

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